domingo, 16 de julio de 2017

LO QUE SUCEDE CUANDO ACEPTAMOS A CRISTO


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):





Introducción


Estamos haciendo este estudio acerca de lo que ocurre, en la esfera espiritual, cuando aceptamos a Jesucristo como Señor y Salvador en fe. Vamos a basar este estudio no en suposiciones personales sino en lo que dice la Biblia:

[1] que somos seres tripartitos, es decir, con espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses, 5:23);

[2] que es lo que sucede con cada una de estas tres partes cuando, al aceptar a Jesucristo, Dios nos circuncida “con circuncisión no echa a mano” sino con una “circuncisión espiritual”, echando fuera el cuerpo de pecado (Colosenses, 2:11);

Comenzamos

Muchos no entienden lo que pasa cuando aceptamos a Cristo:

1 Tesalonicenses, 5:23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

La Biblia, entonces, dice que somos seres tripartitos:

[1] cuerpo;

[2] alma; y

[3] espíritu;

Veremos ahora que sucede con cada una de estas partes según seamos o no salvos.

Cuando no tenemos a Cristo (cuando no somos salvos), nuestro cuerpo y nuestra alma están vivos. Nuestro cuerpo está vivo por razones obvias (podemos movernos) y nuestra alma está viva porque poseemos una mente, una inteligencia, una conciencia, una voluntad y una capacidad para tomar decisiones. Nuestra alma y nuestro cuerpo están vivos y forman una alianza, mientras que nuestro espíritu está muerto.

Cuando aceptamos a Cristo, el Espíritu Santo viene a morar en nuestro espíritu que cohabita con el alma. Cuando esto sucede, Dios corta (separa) el cuerpo (la carne) del alma (la mente), en una circuncisión que no es de la carne sino espiritual. De esta forma, nuestro cuerpo (la carne) queda aislado del espíritu y el alma, que ahora forman una alianza contra la carne.





Por eso Pablo escribe:

Colosenses, 2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;

La nueva criatura

2 Corintios, 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Pero ¿qué es la “nueva criatura”?.

Lo que se transforma en una nueva criatura no es todo nuestro ser tripartito sino la suma de nuestro espíritu y alma (la parte inmaterial de nuestro ser). El cuerpo no forma parte de la nueva criatura porque nuestro cuerpo recién será glorificado en el rapto de la iglesia. Por esto el cuerpo continuara pecando (de diversas formas) aun después de aceptar a Cristo.

Si pecamos, es nuestro cuerpo el que peca. Pero la nueva criatura (el espíritu y el alma) no peca (no puede pecar).

De esto habla el apóstol Juan cuando escribe:

Por un lado:

1 Juan, 3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 

Y, por el otro:

1 Juan, 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 

En 1 Juan, 3:9 el apóstol Juan dice que “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado” cuando en la misma epístola, unos versículos antes (1 Juan, 1:8) había escrito que “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Entonces ¿en qué quedamos?. ¿Pecamos o no pecamos luego de ser salvos?.

En 1 Juan, 3:8-9 Juan habla del espíritu y el alma (la nueva criatura, la cual no puede pecar), mientras que en 1 Juan, 1:8 habla del cuerpo.

Aun después de ser salvos seguimos viviendo en un cuerpo de pecado, el que va a ser restaurado solo en el rapto de la iglesia, cuando recibamos un cuerpo glorificado.

1 Corintios, 15:51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 15:52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

Los que, al momento del rapto, estemos muertos seremos resucitados y los que estemos vivos seremos transformados (1 Corintios, 15:51-52).

También puedes ver esto en:

1 Tesalonicenses, 4:15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 4:16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 4:17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Por eso Pablo dice en:

Gálatas, 6:7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. 6:8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

Si pecamos, no es que dejamos de ser salvos. Si pecamos, peca el cuerpo y pagamos en el cuerpo (en la carne), pero el espíritu y el alma siguen a salvo.

De esto mismo hablaron Jesús y Nicodemo:

Juan, 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Por eso Jesús dice “lo que es nacido de la carne, carne es” (la carne sigue pecando, según 1 Juan, 1:8) y “lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (la nueva criatura – el espíritu y el alma - no puede pecar, según 1 Juan, 3:8-9).

En el principio, nuestro padre Adán era un ser tripartito, completo y en plena comunión con Dios. En la caída, cuando peco, Adán sufrió muerte espiritual y el alma (la mente) quedo en alianza con el cuerpo (la carne). ¿Cuál fue la obra de Cristo – que es el segundo Adán -  en la cruz?. Cuando aceptamos a Cristo por fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:1-4), el Espíritu Santo viene a morar en nuestro espíritu de hombre (que estaba muerto) el cual cohabita con el alma.

En este proceso, Dios, en una circuncisión que es espiritual, separa el alma del cuerpo (Colosenses, 2:11-12). En el proceso de conversión y maduración cristiana, la mente y la carne (el alma y el cuerpo) ahora separadas, seguirán intentando aliarse en contra del espíritu del hombre donde mora el Espíritu Santo y acá es donde se produce la lucha interna, en el alma, que es tironeada, por un lado, por la carne (donde domina el espíritu del mundo) y, por el otro, por el espíritu del hombre, donde mora y domina el Espíritu Santo.


Si bien nuestro cuerpo sigue pecando lo hace bastante menos que antes de ser salvos, porque quedo aislado del alma que ahora cohabita con el espíritu donde mora el Espíritu de Dios.

En Filipenses, 1:6 podemos leer:

Filipenses, 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; 

El que comenzó en nosotros la buena obra no es otro que el Espíritu Santo, quien la perfeccionara hasta el “día de Jesucristo” (hasta el rapto).

Finalmente, por aplicación de esta promesa (Filipenses, 1:6), terminara prevaleciendo el Espíritu Santo, que mora en el espíritu del hombre preservando la nueva criatura (espíritu + alma) que no puede pecar porque es nacida de Dios (Juan, 3:1-6, 1 Juan, 3:8-9).

¿Y el cuerpo?. Queda aislado, aunque continúa cometiendo ciertos pecados (1 Juan, 1:8), a la espera de ser glorificado en el rapto: si al momento del rapto estamos muertos, seremos resucitados con un cuerpo de gloria y, si estamos vivos, seremos transformados recibiendo un cuerpo de gloria (1 Corintios, 15:51-52).

Todo esto que hemos visto es una obra de Dios que solo acontece en aquellos que han confesado con la boca a Jesucristo y lo han creído en el corazón (Romanos, 10:9-10).

Para ellos, se desencadenan en la esfera espiritual una serie de eventos que son irreversibles. Cristo vino a deshacer las obras del diablo (1 Juan, 3:8) pero Satanás no puede deshacer esta obra de Dios, que es la salvación. Para ellos, para los que lo han confesado y han creído en Jesucristo, es la promesa que sigue:

Filipenses, 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; 

Esto significa que, los que realmente son salvos, no pueden “perder” su salvación.

Por eso el propio Jesucristo dice:

Juan, 10:27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 10:29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 

Aunque no es el objeto del presente estudio, aquí va una pregunta para los que dicen que la salvación puede perderse. Si la salvación, como ellos dicen, puede perderse ¿de quienes está hablando Jesús acá?. ¿Quiénes son los que no perecerán jamás y nadie los arrebatara de su mano?. Jesús habla de unas ovejas que son suyas y que Él les da vida eterna y que jamás perecerán porque nadie las puede arrebatar de su mano.

Cristo tiene a los salvos en su mano y viene el Padre y envuelve, a su vez, la mano de Cristo. ¿Quién podrá arrebatar esas ovejas de la mano de Dios?.

Cuando se confiesa a Jesucristo como Señor y Salvador y se lo cree en el corazón (Romanos, 10:9-10), es decir, cuando se confiesa a Jesucristo con fe, el Espíritu Santo viene a morar en el espíritu del hombre, resucitándolo (porque el espíritu estaba muerto). La salvación y el Espíritu Santo se reciben por fe. Es aquí cuando comienza la obra de regeneración o nuevo nacimiento de la que habla Juan, 3. Y es aquí cuando el Espíritu Santo comienza la “buena obra” en nosotros, la que va a perfeccionar hasta el día de Jesucristo (Filipenses, 1:6). Y son estas personas las que son salvas, es decir, las que no solo han confesado al Señor de labios sino que, además, “hacen la voluntad del Padre” porque han nacido de nuevo.

En cambio, los que han confesado a Jesucristo pero no lo han creído en el corazón (lo han hecho sin fe) siguen PERDIDOS, es decir, aun no son salvos. Por eso Jesucristo advierte:

Mateo, 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

Si alguna de estas personas se muere esta noche y se va al infierno ¿podemos afirmar que perdió su salvación?. No, porque no era salvo.


QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!

Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – MINISTERIO REY DE GLORIA